miércoles, 24 de abril de 2024

Las periferias mentales


Cubiertos mis compromisos en Polonia e Italia, regreso a Madrid. El taxista que me ha traído al aeropuerto a las 6 de la mañana era el típico romano de periferia: simpático y charlatán. Hemos venido hablando sobre las grandes diferencias entre los italianos del Norte y los del Sur. Me contaba sus experiencias de trabajo en Lombardía y Véneto. Durante años trabajó como repartidor a domicilio de los premios que se conseguían en algunos concursos organizados por la RAI. En los domicilios de Milán lo recibían en la puerta y nunca le hacían pasar dentro. En los de Calabria o Apulia lo invitaban a café, le daban dulces y poco menos que hacían una fiesta familiar para acogerlo. 

Son dos formas de entender la vida. La primera (muy influida por Austria) privilegia la disciplina, el orden y el trabajo. La segunda (de influencia griega, árabe y española) pone el acento en la hospitalidad, la conversación y la fiesta. No son excluyentes. Cada una desarrolla aspectos de la vida que son necesarios. Lo ideal sería combinarlos de manera equilibrada. Se puede ser disciplinado… y hospitalario. Se puede guardar el orden… y dedicar tiempo a la conversación. Se puede trabajar… y disfrutar de la fiesta. En fin, que he empezado muy pronto la jornada con una clase de antropología cultural.


Hoy se celebra la fiesta de san Benito Menni, el fundador de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús. Creo que no es muy conocido. Merece la pena descubrir su preocupación por las personas que padecían enfermedades mentales. Ayer, después de la cena, tuve otra interesante conversación con algunas hermanas que trabajan en centros de España e Italia. Todas coincidían en que están aumentando de manera muy llamativa estas enfermedades entre los jóvenes. No sé si se debe al estilo de vida que llevamos o al hecho de que hoy se diagnostican con mas precisión desórdenes que en el pasado pasaban desapercibidos. 

En cualquier caso, se trata de una de esas periferias existenciales a las que el papa Francisco se refiere con frecuencia. Cada vez faltan más profesionales. Los estudiantes de medicina y enfermería no quieren adentrarse en este mundo complejo. Resulta muy desafiante y parece que el trabajo no está bien remunerado. Cuando muchos profesionales no quieren hacerse presentes o lo hacen sin vocación, por pura necesidad, las hermanas están ahí, caminando y conviviendo con personas que a menudo son rechazadas por sus mismas familias.


Siempre me ha producido mucho respeto el mundo de las enfermedades mentales. Recuerdo mis visitas a algunos centros psiquiátricos de Ciempozuelos o Palencia hace años. La primera impresión fue de un instintivo rechazo. Se requiere mucha paciencia y mucha humildad para escuchar (cuando es posible) a quienes todavía son conscientes de que algo en su cerebro funciona de manera desordenada. El sufrimiento que los acompaña es indecible. Por eso, la presencia de la Iglesia en esas periferias es tan necesaria (o más) que en las periferias de la pobreza material. 

No es suficiente la buena voluntad. Se requiere una preparación específica y una motivación probada. Los Hermanos de San Juan de Dios y las Hermanas Hospitalarias han desarrollado una cultura del respeto, del cuidado y de la integración. El lema que las hermanas han elegido para su XXII Capítulo General resume estas actitudes: “Revestíos de entrañas de misericordia” (Col 3,17). Sin estas entrañas, es peligroso acercarse a personas que necesitan ser aceptadas incondicionalmente y acompañadas con delicadeza.

martes, 23 de abril de 2024

Creer para comprender


Desde el domingo por la mañana me encuentro en la casa de espiritualidad que las Esclavas de Cristo Rey tienen en el suroeste de Roma, sobre una de las colinas del monte Cucco. Esta casa me resulta familiar porque he estado en ella en varias ocasiones cuando vivía en Roma. Estoy acompañando a las Hermanas Hospitalarias en el retiro inicial de su XXII Capítulo General. Admiro a estas hermanas que, siguiendo la estela de su fundador, san Benito Menni (1841-1914), dedican su vida a los enfermos mentales y a las personas con distintas discapacidades psíquicas. 

En el Capítulo participan 32 hermanas provenientes de países como España, Portugal, Francia, Italia, Reino Unido, Vietnam, Colombia, Camerún, Ghana, China, Mozambique, etc. Representan a las más de 800 hermanas presentes en 25 países. Todo lo han preparado con precisión quirúrgica. Se respira un ambiente fraterno y sereno. Acabado el retiro, celebrarán el 24 de abril la fiesta de su santo fundador. Es una buena manera de empezar el Capítulo.


El sábado por la tarde di un paseo por el centro de Roma. Aunque prometí orar por los lectores del Rincón en la basílica de san Pedro, no pude hacerlo. La cola para entrar era kilométrica, así que lo hice en otra iglesia de la plaza Navona. No sé si es por la primavera o porque tras la pandemia hay un deseo irrefrenable de viajar, pero el centro estaba repleto de gente. Con todo, me arriesgué a recorrer a pie la calle del Corso y a hacer una incursión en la plaza de España. 

Después de años desaparecidas, han vuelto las azaleas a la célebre escalinata. La nota de color confiere a ese lugar un encanto añadido al de su belleza arquitectónica. Roma, aunque esté sucia o en obras (como es el caso actual), es siempre Roma. Las autoridades lo saben. La gente va a seguir viniendo. Por eso, no se esmeran demasiado en mantenerla limpia y organizada, aunque ahora se nota que el Jubileo del 2025 está a las puertas. El centro está lleno de obras.


El tiempo pascual sigue su curso. No es fácil mantener la tensión durante cincuenta días. Quizá la única manera es dejarnos guiar por la Palabra, que siempre es nueva, aunque la sepamos de memoria. Me impresionan estas palabras de Jesús en el evangelio de hoy: “Vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano”. 

¿Escuchamos nosotros la voz de Jesús o nos dejamos seducir por otras voces que halagan nuestros oídos? ¿Somos de sus ovejas o hemos desertado del rebaño? ¿Seguimos al Pastor bueno y hermoso o preferimos seguir a otros líderes que nos prometen el cielo en la tierra? Creer es, sobre todo, un acto de la voluntad, no de la inteligencia. Para creer, hay que “querer” creer. La fe nunca es el resultado de un impecable proceso lógico o de una evidencia intelectual. Es un acto de confianza en quien se nos ha presentado como el Camino, la Verdad y la Vida. Solo desde dentro de la experiencia de fe empezamos a comprender.



sábado, 20 de abril de 2024

Hermosa bajo la lluvia


Ayer, volando de Varsovia a Roma, el avión pasó por encima de Zadar, en Croacia. Atravesando una lengua marina de apenas 125 kilómetros en el mar Adriático, entramos en la península italiana por San Benedetto del Tronto. Para mi sorpresa, enseguida aparecieron completamente nevados los Montes Sibilinos. No es normal que, a las puertas de mayo, haya tanta nieve acumulada. En pocos minutos aterrizamos en Fiumicino. 

Hacía más de un año que no volvía a Roma. No experimenté ninguna emoción especial. Los 34 kilómetros del aeropuerto a la curia general de los claretianos los he hecho infinidad de veces a lo largo de los años. Todos los lugares me son muy familiares y, sin embargo, ayer me embargaba un raro sentimiento de extrañación. Ahora vivo en otra ciudad. Roma ya no es mi hogar, aunque siga teniendo muchos y hermosos recuerdos de la ciudad eterna. Me dicen que hay muchas obras en marcha en preparación del gran jubileo del 2025. Podría decirse que Roma no es solo “città aperta” (como la definió Fellini), sino también “cantiere eterno”.


Hoy ha amanecido un día nublado. Es probable que llueva por la tarde, que es cuando tengo planeado ir al centro. Roma también es hermosa bajo la lluvia. Se necesita solo un buen paraguas y calzado adecuado. Hoy en Roma hay varios acontecimientos de relieve: desde la ordenación episcopal del rector mayor de los salesianos en la basílica de santa María la Mayor hasta el encuentro de misioneros digitales dentro del programa “La Iglesia te escucha”. 

Yo me limitaré a visitar la basílica de san Pedro y a recorrer algunos de los lugares del centro histórico. Oraré por todos los lectores del Rincón junto a la tumba del apóstol y de san Pablo VI y san Juan Pablo II. Será una hermosa preparación para celebrar mañana el domingo del Buen Pastor. Ellos lo fueron en circunstancias históricas nada fáciles.


Me ha sorprendido encontrar en el gran pasillo de la planta baja de la curia general una exposición permanente que presenta con sencillez y belleza quién fue Claret, quiénes somos los claretianos y en qué consiste nuestra misión en la Iglesia, junto con otros grupos de la familia claretiana. Será una buena tarjeta de presentación para cuantos visitan este lugar desde distintas partes del mundo. 

La comunidad que vive aquí siempre fue internacional. Ahora predominan los misioneros asiáticos y africanos. Es evidente por dónde va el futuro inmediato. Algo parecido, aunque en menor proporción, se observa en la curia romana. Ya no se puede decir que es italianísima, aunque el estilo siga teniendo su fuerza. La Iglesia es más universal que nunca.



viernes, 19 de abril de 2024

Varsovia no es Gaza


Estoy en el aeropuerto de Varsovia esperando mi vuelo para Roma. Hay mucho movimiento de pasajeros. Me ha costado encontrar un rincón tranquilo para escribir esta entrada. Termina mi semana polaca. Todo ha ido mejor de lo previsto. No dudaba de la hospitalidad de mis hermanos, pero tenía alguna perplejidad con respeto al curso. Esperemos que la semilla sembrada pueda desarrollarse. Como siempre, creo mucho en la creatividad de los jóvenes y la resistencia de los mayores. 

Ayer, en la Eucaristía final, nos fijamos en el  apóstol Felipe como modelo de evangelizador. Movido por el Espíritu Santo, se aproximó al eunuco de la reina de Candaces que viajaba por el camino de Jerusalén a Gaza. Y le ayudó a interpretar el pasaje de la Escritura que estaba leyendo. Tras esa “liturgia de la Palabra”, vino luego la “liturgia sacramental” con la celebración del Bautismo.


Creo que también hoy necesitamos una pastoral de la proximidad a cada persona. No podemos seguir confiando mucho en la pastoral de masas, ni siquiera de grupos. Movidos por el Espíritu Santo, como Felipe, necesitamos aproximarnos con cordialidad a las personas que buscan para ayudarles a interpretar, quizás no la Escritura en un primer momento, sino el libro de su propia vida, de modo que puedan descubrir en él la gramática divina. 

Dios escribe su Palabra en las páginas de nuestras experiencias personales. Con este ejercicio de “lectio divina” existencial es probable que más de uno se decida a seguir profundizando e incluso a pedir el Bautismo. En varios países europeos no para de crecer el número de adultos que, tras un catecumenado tranquilo y personalizado, celebran los sacramentos de la iniciación.


No es fácil practicar esta pastoral de proximidad a cada persona. Siempre aducimos la falta de tiempo, las dificultades para practicar un acompañamiento adecuado, el miedo a mostrar nuestra vulnerabilidad, las trabas para enganchar a las personas con alguna experiencia comunitaria significativa, el riesgo de una posible frustración cuando descubran que la realidad de la Iglesia no es tan atractiva como uno se imagina, etc. 

Estas dificultades son reales, pero creo que tienen menos peso que la confianza en la gracia de Dios. El Señor sabe dar a cada persona lo que necesita en cada momento. Nosotros somos solo una humilde mediación. Llegamos cuando el Espíritu “nos empuja” y nos retiramos cuando nos parece que la persona puede caminar por sí misma o con ayuda de alguna comunidad.

jueves, 18 de abril de 2024

Más razones para la esperanza


Anoche, a las 23,52, me llegó un mensaje al móvil. Ya estaba en la cama, pero lo leí por si se trataba de algo grave. Venía de Piotr, el provincial claretiano de Polonia. Decía simplemente: “REAL!!!”. Enseguida intuí que era su manera escueta de decirme que el Real Madrid había derrotado al Manchester City en las semifinales de la Champions. Comprobé la noticia en algunos periódicos digitales. Era cierto. La prolongada igualdad entre los dos equipos (3-3 en Madrid y 1-1 en Manchester) se había decantado a favor del Real Madrid en la tanda de penaltis. Dormí tranquilo, aunque sin tomarme una cerveza para celebrar el triunfo del equipo blanco, como prometió hacer Carlo Ancelotti. 

Supongo que anoche millones de personas en todo el mundo se sintieron frustradas y otros millones soñaron que es posible una 15ª copa de Europa para el Real Madrid. ¿Por qué el fútbol levanta tantas pasiones? No acabo de comprenderlo bien, pero es la versión más civilizada de la guerra. Se ve que todos llevamos un bélico dentro. Con el paso de los siglos lo hemos ido domesticando un poco, pero nunca acabamos de eliminarlo. Nos gusta luchar, competir y, si es posible, vencer al contrario. Se puede hacer con una espada o una metralleta en la mano. A falta de esos instrumentos, basta una pelota en los pies. Y muchos millones de euros en juego. ¡Que no pare la fiesta!


Hoy es el último día del cursillo que estoy dando en Polonia. Mañana viajo a Roma vía Varsovia. La temperatura ha caído en picado. Estamos a 1 o 2 grados. Dentro de esta inmensa y hermosa casa de retiros se está bien. Está preparada para el invierno. Como siempre, me pregunto por la eficacia de estas jornadas de formación permanente. ¿Cómo inciden en el día a día de todos nosotros? Llegados a cierta edad, todos nos petrificamos un poco. Nos cuesta sobremanera alterar nuestras rutinas. Consideramos que ya hemos hecho lo que teníamos que hacer. No vemos la necesidad de introducir ningún cambio en nuestra vida. 

La mayoría de las personas hacen suyo el refrán: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. No siempre coinciden con las mayores. Me sorprendo a menudo cuando veo que algunos de los jóvenes son los más conservadores. Es un fenómeno curioso de esta cultura VICA. En tiempos de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad (VICA), tendemos a agarrarnos a un clavo ardiendo. Nos dan miedo los cambios, buscamos seguridades, algo a lo que atenernos.


Me llaman la atención las palabras de Jesús con las que cierra el evangelio de hoy: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo”. Jesús se presenta como luz, agua, camino, verdad, vida, puerta, pastor… Y como “pan vivo”, como aquel que puede alimentar nuestra hambre de verdad y sentido… para siempre. En Jesús encontramos esa estabilidad radical que nos permite afrontar los vaivenes de la vida sin sentirnos amenazados. 

Cuando sabemos que él es “la vida del mundo” no necesitamos buscar otros sucedáneos. Tenemos la seguridad de estar alimentados por el único alimento que no perece, que nos da vida eterna. Por lo general, las personas que más se fían de Jesús son las más audaces a la hora de afrontar las encrucijadas de la vida. Saben que vivimos un mundo VICA, pero no se vienen abajo. No hay etapa histórica, por compleja que aparezca, que se le escape al Resucitado de las manos. Hay más motivos para la esperanza que para la desesperación.

martes, 16 de abril de 2024

Primavera variable


Desde mi balcón veo un prado verdísimo y árboles con hojas nuevas. La temperatura ha caído en picado, pero dentro se está muy bien. Las casas polacas están preparadas para el frío. Escribo la entrada de hoy a trompicones. El horario de trabajo me deja poco tiempo libre. Para colmo, desde Madrid me llegan requerimientos que me obligan a prestarles atención. En algún momento he odiado el WhatsApp, pero así es la vida moderna. Estemos donde estemos, siempre estamos -para bien y para mal- localizables. 

Cada una de las cuatro conferencias diarias -transmitidas por streaming a los misioneros de Siberia y de otras comunidades que no pueden estar presentes- parece una película con subtítulos. Yo hablo en español todo lo despacio y claro que puedo (hay bastantes que entienden y hablan la lengua) y proyecto las diapositivas en polaco, de modo que todos pueden seguir el contenido en su lengua materna. El experimento está funcionando bien. Cuando a veces me salgo del guion, hay un polaco que realiza la traducción consecutiva. Este procedimiento me obliga a ir a lo esencial, ser preciso y conciso, evitar anacolutos, giros innecesarios y jerga castellana. Se pierde espontaneidad, pero se gana claridad y tiempo.


Polonia está viviendo una etapa de contrastes.
Recuerdo que la primera vez que visité el país en el ya lejano 1997, la casa de formación estaba repleta de jóvenes estudiantes de teología. De hecho, tuvieron que alquilar una casa contigua para acogerlos a todos. Eran cerca de 50. Hoy son solo 3, uno de ellos bielorruso. La escasez vocacional, tanto en los seminarios diocesanos como en los centros formativos de los religiosos, es llamativa. La homogeneización con la Europa occidental es cada vez mayor, tanto en sus aspectos positivos como negativos. La “excepción polaca” cada vez es menos excepcional. 

Los jóvenes respiran otro aire. Ya no saben nada de la etapa comunista. No tienen que defender la fe frente a quienes la impugnan. Se pueden permitir “jugar” con ella sin percibir las consecuencias. Europa tampoco es el ogro del que hay que defenderse a toda costa porque representa el cansancio, la ancianidad y la decadencia moral. Percibo en todos más flexibilidad y quizás un punto de resignación y comodidad.


Hablando con algunos que vienen de Rusia, he comprendido un poco mejor el “enigma Putin” y lo que hay detrás de la guerra en Ucrania. Aparte de su deseo de recuperar la gran Rusia, hay también fuertes e inconfesados intereses occidentales en todo lo que está sucediendo. Creo que el papa Francisco lo sabe. Por eso, su posición no es tan tajante como la que exhiben la mayoría de los medios de comunicación europeos y americanos. El drama es que, en este juego de intereses, miles de personas de uno y otro bando están muriendo. Serán otros los que se beneficien de este conflicto incomprensible. 

Una vez más, la realidad es más gris y matizada de lo que nos gustaría. Lo que ocurre es que casi nunca se presenta de manera objetiva. Dependemos, en buena medida, de los filtros de los medios de comunicación. Ya sabemos que todos, aunque se tilden de independientes, se deben a sus amos. No es fácil formarse una opinión objetiva cuando las fuentes están contaminadas. Por eso, es bueno escuchar los testimonios de personas que están en el terreno. En esta asamblea tenemos misioneros que viven en Rusia y en Ucrania, que están en contacto directo con la gente. Sus voces tienen a menudo más valor que las que se difunden a través de los grandes medios internacionales.

lunes, 15 de abril de 2024

Danos la paz


Estoy en el Centro de Encuentros que los claretianos de Polonia tienen en una pequeña aldea llamada Krzydlina Mała, a poco más de una hora de Breslavia. Es un lugar tranquilo, rabiosamente verde y muy acogedor. Esta tarde empezamos el curso que voy a dirigir a un grupo de 32 misioneros. Mientras nosotros disfrutamos de paz (un eco de la paz que ayer deseaba el Resucitado a sus discípulos), en el mundo soplan vientos de guerra. Los ataques de Irán a Israel no presagian nada bueno. Conociendo la estrategia israelí, la respuesta no será inmediata, pero sí contundente. 

El volcán de Oriente medio no debe hacernos olvidar la guerra en Ucrania. Aquí en Polonia se vive con mucha preocupación, no solo por los miles de refugiados ucranianos que han encontrado asilo en este país, sino porque los polacos temen, que, tarde o temprano, Rusia siga su avance hacia el flanco occidental. De hecho, según me decía ayer un obispo auxiliar de Breslavia, hay bastantes habitantes de Varsovia que están comprando propiedades en esta zona suroriental del país porque, en caso de invasión rusa, les parece más segura que la capital.


El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, el español Josep Borrell, considera que “estamos al borde del precipicio”. Cada vez son más las voces que hablan de un peligroso camino “hacia la tercera (y última) guerra mundial”. En España y Latinoamérica no se vive mucho esta preocupación, pero en la Europa central y oriental es el pan nuestro de cada día. 

Ayer mismo, un profesor universitario ya jubilado, me decía que Putin busca obsesivamente recuperar la grandeza de la Rusia imperial, que quiere pasar a la historia como el líder que ha levantado a la Gran Rusia de la humillación sufrida tras la caída del comunismo, y que no va a cejar en su empeño. No busca tanto ganar territoritos o dinero, sino prestigio y admiración. Quizás es un punto de vista demasiado polaco, pero no conviene desoír estas voces. Los eslavos tienen más claves históricas y culturales para entender lo que está pasando en la zona.


En este contexto bélico resuena con más fuerza el saludo del Resucitado al mundo: ¡Shalom! Los cristianos no podemos permanecer indiferentes, esperando a ver qué pasa. Necesitamos ser testigos y artesanos de paz antes de que sea demasiado tarde. Por desgracia, también nosotros estamos enmarañados en una violencia ideológica y verbal que nos resta credibilidad y fuerza. Frente al rearme de nuestros países, tendríamos que levantar una voz profética. Es legítima la justa defensa, pero antes hay que hacer lo imposible por evitar cualquier conflagración. 

Una guerra en pleno siglo XXI es un fenómeno de consecuencias imprevisibles y siempre devastadoras. No ganaremos nada con una temida tercera guerra mundial y perderemos mucho, quizás casi todo. Desde este lugar, que ha sido escenario de muchas batallas a lo largo de la historia, siento un fuerte impulso a orar por la paz, a pedirle a Cristo que nos ayude a no caer en la tentación de la guerra: “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz”.